miércoles, 12 de agosto de 2009

Cotugno, estamos contigo!

Estimados Lectores de cosas sueltas:

Los convoco por este medio para que juntos brindemos nuestro apoyo incondicional a la máxima autoridad de la Iglesia Católica en el territorio de la República, el Arzobispo de Montevideo, Monseñor Nicolás Cotugno.

Es sabido que sus declaraciones suelen generar polémica en todos los sectores de la sociedad por lo que cuando, recientemente, el Arzobispo se manifestó sobre un punto evidentemente muy sensible, no causó sorpresa la reacción de múltiples actores sociales.

Confieso que no he tenido acceso a sus declaraciones completas pero he repasado rápidamente los puntos centrales de su discurso y no puedo dejar de compartir la preocupación de Cotugno.

Por lo que pude leer, el sacerdote se refiere, en principio, a los derechos del niño (ya comentaré más adelante este punto) pero luego se centra en la propagación de desviaciones sexuales aberrantes. Cotugno cita al Papa Benedicto XVI cuando dice que reconocer legalmente estos comportamientos “significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad…”

No puedo estar más de acuerdo con estas santas palabras. Yo también asisto con preocupación a este fenómeno. Según los registros históricos, ya entre los griegos y los romanos existían quienes, violando el orden de la naturaleza, cedían a esta atroz forma de perversión.

Hoy, en tiempos más civilizados, lamentablemente hay quienes portan la bandera de la desviación, y de forma organizada no sólo defienden su derecho a la abominación sino también su propagación.

Me estoy refiriendo, por supuesto, a la Teofilia.

Definida como una sublimación del instinto sexual proyectada hacia entidades sobrenaturales, esta forma de parafilia es un triste ejemplo de degradación humana.

Así es, mis queridos lectores ocasionales, hay quienes contienen sus deseos sexuales naturales y los enfocan hacia seres imaginarios.

Es cierto que no se trata de un concepto novedoso en occidente. Pero esta perversión sexual ha ganado gran popularidad desde los tiempos de las sacerdotisas de Vesta (o Hestia, para los griegos). Hoy en todo el mundo, grupos institucionalizados con su propia agenda política practican y promueven la abstinencia sexual como forma de agradar a su dios. De sólo escribirlo me invade la nausea.

Por eso es que ahora, más que nunca, tenemos que apoyar a Cotugno cuando denuncia los horrores de la exposición de los niños a estas ideas repugnantes. ¿Poner niños al cuidado de estos hombres y mujeres que tuercen las reglas de la vida? ¿Hombres y mujeres que consideran que el negar la sexualidad es una virtud, en vez de una terrible perversión?

No quiero ni empezar a relatar las otras “enseñanzas” que este grupo perverso impone sobre niños indefensos porque no vienen al caso. Como ejemplo debería bastar con la sola mención de rituales iniciáticos que plantean al niño la alternativa entre la adoración a un zombie milenario, o la eterna condenación en las llamas del infierno. Esta gente piensa que amenazar a un niño de 7 años con arder en el fuego si no le rinde culto a personajes mitológicos es fair-play. ¿Y si les cuento que no sólo esto es práctica habitual en los miles de centros educativos que esta institución tiene en todo el planeta sino que además sus actividades están exentas de impuestos?

La marcha de los tiempos nos ha obligado a aceptar estos modelos como algo usual pero, afortunadamente gracias al Arzobispo de Montevideo, ha llegado el tiempo de alzar nuestra voz contra esta enfermiza manipulación de nuestros niños. Bien dice Cotugno que "los niños no pueden ser utilizados como instrumento para la reivindicación de derechos de unas personas, de un grupo; ni la adopción es una institución que pueda regirse por criterios de conveniencia política".

¡Estamos contigo Cotugno! ¡Contra el abuso infantil! ¡Nunca más educación religiosa a menores de edad!