jueves, 10 de diciembre de 2009

Felices Fiestas 2009

Estimados Todos,


Es esa época del año otra vez. Se acerca el 25 de diciembre y, como desde hace unos 2600 años, el mundo conocido se prepara para la celebración de la Navidad. Primero era la Navidad del dios Mitra y, desde hace aproximadamente unos 1650 años, la Navidad de Jesús de Nazaret.

Creo que de estos temas ya les he hablado en un saludo navideño pasado. En cualquier caso, se trata de una fecha tan buena como cualquier otra para saludarnos y hacer una puesta a punto y balance del año. Una vez al año les pido su atención y escribo en primera persona. Mi lista de contactos es desprolija y no sé bien hasta dónde están llegando estas palabras. Me disculpo si este mensaje encuentra destinatarios inapropiados; así como también lamento si algunos de sus lectores ideales no lo están recibiendo.

El año pasado se me ocurrió incluir en mi saludo navideño algunas de las ideas que hacen a mi visión del mundo, además del habitual comentario ligeramente insolente sobre las tradiciones religiosas. Me temo que la decisión de emprender ese abordaje filosófico puede haber iniciado una tendencia reflexiva en mí ya que, una vez más, este año quisiera compartir con ustedes un mensaje con un tono similar al anterior.

Quien me conoce sabe que soy ateo y que soy militante de mi ateísmo. Acepto que puedo ser irritante, monotemático y a veces terco (aunque trato de, al menos, no ser necio). Imagino que mis amistades con fe en la explicación sobrenatural de lo natural deben preferir algún tipo de distancia conmigo en muchos sentidos y pienso que los que, como yo, niegan la interpretación de la realidad por medio de revelaciones deben sentirme como su aliado y no ven, en principio, un conflicto entre mis ideas y las de ellos.

Sin embargo, a menudo siento que mi militancia racionalista busca más la atención del ateo que la del que tiene fe. Me parece importante que el ateo entienda que el no ser oveja de un pastor, o vasallo de un Señor implica una responsabilidad. No existe el alma ni el
Hades, somos sólo nuestras ideas y nuestros actos. El descubrir el engaño de la religión no es un permiso para vivir en perpetuo hedonismo sino todo lo contrario: si lo único que va a sobrevivir a mi carne son mis ideas y mis actos, debería procurar que sobreviviera lo mejor de mí en los otros.

Les pido disculpas por estarme repitiendo. Todo esto ya lo intenté resumir en mi mensaje del año pasado. Este año me quiero concentrar en otro punto. Quiero contarles sobre mi relación con el odio.

El odio como emoción apasionada no está necesariamente en contra de mis ideas. Puedo permitírmelo. Sentir odio como el que un aficionado al deporte siente por el responsable de adjudicar un tiro desde el punto penal al equipo contrario en el último minuto del partido. El odio que uno siente por todos los martillos del mundo cuando un error de cálculo provoca un impacto sobre el dedo pulgar y no sobre el desafiante clavo. El odio que de golpe sentimos por quien nos acaba de herir, de causar dolor.

Es un tema distinto el odio que, por otro lado, sobrevive a estos acalorados instantes de pasión. Un odio refrigerado, cultivado, que se vuelve determinante de conductas, que encuentra organización y planificación. Un odio que ennegrece el corazón de su portador, que se vuelve motor de su existencia, que se disfraza de justicia, de causa, de ideología. Ese es un odio que yo no me puedo permitir.

Sería demasiado fácil para mí, como ateo, hablar aquí sobre el odio como fuerza impulsora de la religión organizada a lo largo de la historia. La religión como fuente de odio es el elefante en la habitación. La mayoría de las guerras encuentran justificación en un orden superior que determina que “mi gente es mejor que la tuya”. El odio y el orgullo religioso parecen llevarse bien.

Voy a tratar de no transitar esa senda tan obvia y, por lo menos, exponer formas más actuales de odio institucionalizado. Este año 2009 me ha proporcionado un par de buenos ejemplos para ilustrar mi punto.

Como nunca antes, presencié en internet la proliferación de grupos en la red social de moda que seguían la fórmula “A que encuentro N personas que odian a X”. Se ven variantes en política, en deportes, se ven grupos abiertamente discriminadores en cuanto a clases sociales. Francamente, no sé si en realidad cabe el análisis… creo que cuando la palabra ODIO está en el mismo título ya se vuelve demasiado fácil establecer la conexión. ¡Es odio! No apasionado y en caliente, sino odio ¡orgullosamente esgrimido como idea! Es levantar banderas con calaveras y tibias en vez de mostrar los colores propios.

No son novedosos, por supuesto, estos usos y estas conductas. Odios contra odios. De un lado se odia al otro y viceversa. El odio ha determinado incluso las formas de administrar justicia y así es que hace tiempo aprendimos que un ojo vale un ojo, y un diente vale un diente.

Pero este año no sólo tuvimos, como siempre en la historia de la humanidad, ejemplos de odio contra odio. También tuvimos odio contra amor. Y aquí sí estamos en un problema grande, y aquí sí juega la religión organizada un papel importante.

Algunas de las imágenes más impactantes a las que me expuse en 2009 fueron los festejos de los defensores de las iniciativas “yes for marriage” en Estados Unidos contra la unión matrimonial de personas del mismo sexo.

Evangélicos y mormones (famosos por sus ideas respecto al número máximo de esposas tolerado en el matrimonio) participaron activamente financiando las campañas, pero en realidad sacerdotes de la mayoría de las denominaciones dentro de todas las religiones abrahámicas comparten la defensa del matrimonio SÓLO como unión entre hombre y mujer, y atacan con mayor o con menor énfasis las uniones que no siguen esa norma. Defienden la “santidad del matrimonio” dicen.

Quisiera, en este momento, apartarme brevemente de mi línea discursiva para comentar algunos pasajes de la Santa Biblia, con el fin de relativizar esta noción de santo matrimonio que genera tantas pasiones. Se me ocurre que debería, en el libro sagrado del Cristianismo, encontrar las bases de estas ideas.

Mil veces he asistido a ceremonias cristianas de matrimonio y mil veces he escuchado la invocación a Pablo de Tarso por medio de un inspirador pasaje del nuevo testamento en el capítulo 13 de la primera carta de Corintios. Todos la hemos escuchado, es el famoso “…sin amor no soy nada…”. Pablo, como es sabido, no se estaba refiriendo al amor en el matrimonio (y mucho menos al amor entre hombre y mujer) lo cual no hace menos poderoso al mensaje pero, sin duda, esto no nos alcanza para encontrar raíces cristianas de la idea de la “santidad del matrimonio”.

Afortunadamente para nuestra improvisada investigación, a pocas páginas, Pablo de Tarso sí dedica unas líneas específicamente al matrimonio. En el capítulo 7 de ESA MISMA CARTA invocada en las Iglesias en los casamientos, Pablo nos dice en los Versículos 1 y 2: "Bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido."

Y en los Versículos 8 y 9: "Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando."

Lo que Pablo nos dice aquí, por si algún lector incauto no lo notó, es que optar por el sagradísimo matrimonio depende de la urgencia sexual de los aspirantes, pero que lo más deseable sería mantenerse casto durante toda la vida. No es habitual que las parejas que se casen elijan este pasaje diseñado ESPECÍFICAMENTE para ilustrar a los fieles sobre las motivaciones detrás del matrimonio. Por lo general prefieren saltear estas páginas e ir al genérico “sin amor no soy nada”.

En honor a la verdad, hay que entender que el contexto en el que Pablo escribe estas líneas es uno en el que la naciente comunidad cristiana creía que era inminente la segunda venida de Jesús (o tercera venida si contamos la inexplicable temporadita que pasó con los apóstoles después de resucitar), por lo cual había que peinarse para la foto celestial (y supongo que abstenerse del sexo para hacer algún tipo de mérito ¿?) cuando llegara Dios hecho hombre a traernos su Reino. Por supuesto, también en honor a la verdad, admitamos que poner en contexto a las escrituras es precisamente algo que no suelen hacer los defensores de sus posturas más radicales.

Sin embargo, no toda la Biblia recomienda la eterna virginidad de los fieles (si esto fuera así, tendríamos la fortuna de asignar a esta religión un capítulo dentro de la arqueología, en vez de cederle un papel a sus líderes como actores privilegiados en nuestra sociedad) y en Deuteronomio 22, por ejemplo, se establece que luego de que un hombre viola a una joven, este debe casarse con ella y pagarle 50 monedas de plata a su padre...

Palabra de Dios.

Con estas evidencias, sospecho que la idea de la “santidad del matrimonio”, defendida rabiosamente por algunos representantes de las religiones abrahámicas, no está del todo inspirada en la palabra del Supremo (que aparentemente considera que el matrimonio puede servir, por ejemplo, como condena para violadores o como alivio para feligreses fogosos).

Sin irme demasiado del tema aprovecho esta pequeña lectura de pasajes bíblicos para comentar lo curioso que es que el Creador Todopoderoso del Universo, el Alfa y el Omega, a veces nos hace creer que es un primitivo campesino iletrado. Me pregunto por qué. ¿Quién habrá creado a quién a su imagen y semejanza?

Les pido disculpas si me alejé demasiado de mi argumento inicial. Volvamos a él, pues.

No sé si algunos de ustedes han tenido oportunidad de ver las imágenes a las que hago referencia sobre la propuesta “yes for marriage”. Me refiero a las conmovedoras celebraciones de esta gente pro-matrimonio (sí sí “pro”, no sea cosa que les vayan a poner algún prefijo “anti”) en los Estados en los que se abolió la unión entre personas del mismo sexo. Alabanzas a los cielos, júbilo, éxtasis. Estas personas sienten que están haciendo la obra de Dios y eso las llena.

Pero no nos engañemos, esto es odio. Odio disfrazado de amor. Esta gente está celebrando, llenándose de júbilo por hacer sufrir a otras personas. Su éxtasis viene del dolor de otros. La obra de Dios, para estos homofóbicos obsesivos es impedir que otros dos humanos, a quienes no conocen; dos personas que se aman (y se aman con un amor que ha superado más pruebas que la mayoría de los que se casan ante un altar de Dios) puedan verse reconocidas y legitimadas como pareja en la sociedad.

Este es un odio especialmente enfermizo. No es un ojo por ojo, diente por diente; ni siquiera es un odio contra el que nos odia. Es un odio contra los que se aman. No sólo es triste, sino también peligroso, que haya gente que vea el mundo a través de esta lente y que actúe para causar sufrimiento en nombre de mitos y cuentos de hadas milenarios.

Me imagino que hasta los más llenos de fe reconocen que la religión organizada es, como mínimo, un freno en la evolución de las ideas. La fe, en tanto es creer sin ver, es la negación de la investigación. Es la satisfacción con la respuesta revelada, es prohibir la pregunta.

Me dirán, condescendientemente, que pienso así porque no tengo fe, que no conozco el poder de la fe. Repasando la historia de la humanidad, creo que me hago una idea del poder que tiene. Efectivamente creo que es mucho, y ese es precisamente el problema. La fe mueve montañas, no tengo dudas. Es más: es tanta la incidencia que la fe tiene en la ley de gravedad que el sol seguiría girando alrededor de la tierra si la gente siguiera teniendo suficiente fe.

Pero lo que estamos viendo aquí no es una oposición entre dogma y método científico. No es sólo un freno al desarrollo, sino una verdadera fuerza destructora. Aquí estamos viendo a gente haciendo el mal, creyendo que hace el bien.

Me viene a la mente la frase del Premio Nobel de física Steven Weinberg: “Con o sin religión siempre habrá buena gente haciendo cosas buenas y mala gente haciendo cosas malas. Pero para que la buena gente haga cosas malas hace falta la religión.”

Pero bueno, voy a dejar un poco en paz al Cristianismo y terminar de darles mi mensaje navideño. Después de todo, ese mismo Cristo invocado por los intolerantes es el que habló de ofrecer la mejilla izquierda, el que invitó a arrojar la primera piedra a quienes estuvieran libres de pecado.

El odio no debería ser el motor de nuestras vidas. Si nos han hecho daño, deberíamos intentar superarlo sin buscar una forma de justicia que cause más daño. Supongo que vivir por el odio le hace tanto daño al odiador como al odiado. “Encontrar N personas que odien a X” es un juego inocente, eso lo entiendo, pero es síntoma de una realidad perversa. Sé que me acerco peligrosamente a la retórica del libro de autoayuda pero mi mensaje para estas fechas de solsticio es sencillamente el consejo de moverse desde lo positivo, desde el bien. Iluminarse uno en vez de mantener en la oscuridad a otros.

Amigos, familiares, colegas: como siempre, les deseo lo mejor en las fiestas que les toquen. A todos los invito a que vivan una vida sin odio y, en particular a mis amigos cristianos, que son los protagonistas de estas fiestas: les deseo que en esta fecha, en la que celebran el nacimiento de su Salvador, traten de ser un poco más como ese carpintero judío que vino de Galilea a desafiar la religión organizada, y un poco menos como el soldado romano que lo coronó con espinas.

Felices Fiestas.

martes, 1 de diciembre de 2009

Un Cuento de Navidad.

Ellos tienen trampas lógicas. Exigen evidencias, no aceptan las claras manifestaciones de la existencia y la intervención de Noel en nuestras vidas. ¡Los que creemos tenemos FE! Y la fe es más poderosa que todos los argumentos que puedan diseñar aquellos que no la tienen.

Quiero contarles mi historia de fe. No sé bien ni cómo comenzó. Pero debo suponer que Noel me encontró en tiempos de mi infancia tan tempranos que, al intentar acceder a ellos, las imágenes pierden nitidez. Mis padres, mis familiares, mis amiguitos, todos aceptaban a Papá Noel en sus corazones en aquellos tiempos.

La historia era simple y hermosa. Una historia de amor. Papá Noel vigilaba nuestros actos, recompensaba los buenos comportamientos y castigaba a quienes se apartaban de las normas y las buenas conductas.

Santa Claus (Él asume muchos nombres) manifestaba su amor por los niños buenos en forma de regalos y castigaba a los niños que no vivían conforme a su corazón mediante navidades sin obsequios. Esa era la premisa básica pero tardé muy poco en comprender que se trataba de algo mucho más grande.

Noel tenía la costumbre de hacer más y mejores obsequios a los niños de clases acomodadas. Los niños pobres no eran tan amados por Santa. Algunos pueden encontrar evidencias de clasismo en esta actitud. Pero yo entiendo que así habla el que no tiene fe, el que no siente a Noel en su corazón.

En realidad este hecho debe entenderse al revés, eso es lo que no saben ver los infieles. Los niños pobres SON, de hecho, POBRES porque Noel no los ama tanto. Él los puso en ese lugar de la sociedad porque era el que les correspondía. Entendí entonces que Noel debe ser mucho más que alguien que premia o atormenta niños. Noel es probablemente un Creador que controla su obra mediante recompensa y castigo. De la misma forma es que Él nombra reyes y príncipes a quienes merecen gobernar sobre otros. Esta información me fue revelada. Él me habló y tocó mi corazón y mi mente.

Con el paso del tiempo empecé a notar que la fe de los otros se volvía frágil y quebradiza, al mismo tiempo que la mía se hacía más fuerte. “¡Papá Noel es un engaño!” me decían, “un invento para que nos portemos bien”. Flacos argumentos para sacudir mi fe, entiendo perfectamente que esa es la forma de hablar de quien quiere portarse mal. Yo, que me porto bien, no tengo problemas en aceptar a Noel en mi vida.

Hace poco tuve la oportunidad de intercambiar ideas con uno de estos refutadores de la magia. Pobres personas grises que van por el mundo desconociendo la verdad suprema. No puedo imaginar los horrores de una vida sin Papá Noel.

“No hay evidencias de Papá Noel” dijo el infiel. ¿No hay evidencias?, contesto yo. Llega esta época del año y veo su imagen en todos lados, su obra es innegable. Hasta donde sé siempre ha existido un papá Noel, sus enseñanzas me fueron trasmitidas por mis padres (si bien ellos mismos han perdido fe) y por sobre todo yo lo siento en mí, Él me habla y yo le hablo. Le pido por los míos (sean o no creyentes) le ruego piedad, le pido pequeños milagros, vivo en una eterna y mística conversación con Noel, el Altísimo. ESA es la evidencia más poderosa que existe. No necesito que me dé pruebas. Más feliz estoy de creer sin ver. Eso me llena todavía más, me acerca más a Él.

El terco repite: “Eso con lo que hablás no es Papá Noel, es tu conciencia! Asignarle a la vocecita que te dice lo que está bien y lo que está mal un rol como creador del universo es prácticamente psicótico.”

Realmente me entristece el que siente de esta forma. ¡Esa tamaña arrogancia! ¡Suponer que yo soy el que está equivocado! ¿Pedir evidencias para “razonar” la existencia de Noel? ¡Yo no necesito razonarlo, yo sé que es real porque lo siento así! ¡Que me den pruebas de que no existe!

Contesta el infeliz: “¿Pruebas? ¿De que NO existe? ¿No te parece que debería ser al revés? ¿No pensás que una afirmación tan disparatada debería ser la que tuviera la carga de la prueba? Todo el mundo sabe que no existe. No existen registros de papá Noel, tal como lo conocemos hoy, antes del siglo XIX! Es universalmente aceptado que es un invento. ¡Hasta se dice que Coca Cola es el que difundió su imagen actual! ¿No es evidente que es una creación del hombre y no al revés!? “

Ahh, mi querido amigo sin fe, precisamente eso es una prueba más a la que nos somete Noel. Él mismo gobierna el rumbo de su creación, y sus acciones determinaron que el hombre “descubriera” su verdadera imagen. En cuanto a las evidencias históricas de Noel, Él actúa de formas misteriosas. Si decidió ocultar su mano creadora hasta tiempos relativamente recientes es sólo para probar nuestra fe. Yo pienso que la falta de evidencias es de hecho un más grande testimonio de su existencia y de su poder.

Me dan pena los que piensan como mi amigo sin fe. Papá Noel responde a mis rezos, está siempre ahí para mí y, cuando llegue al final de mis días, Él va a revelarme misterios que ahora le son prohibidos a la humanidad.

No entiendo por qué es que quieren convencerme de que renuncie a Él. ¿Qué daño hago a la gente creyendo en su bondad, llenándome de su amor? Después de todo, nunca se ha matado en nombre de Noel. No hay, en su cosmología, infiernos, condenaciones eternas, torturas. Noel no intercede en la vida política de las naciones, no impulsa la redacción (o no redacción) de leyes. No inspira el odio, las guerras santas, las cruzadas. Pienso que si he de creer que he sido creado por un poder superior… elegí uno de los más inofensivos.

Amigos, no me importa sin son Noelistas o no. Les deseo una Feliz Navidad. :P

miércoles, 12 de agosto de 2009

Cotugno, estamos contigo!

Estimados Lectores de cosas sueltas:

Los convoco por este medio para que juntos brindemos nuestro apoyo incondicional a la máxima autoridad de la Iglesia Católica en el territorio de la República, el Arzobispo de Montevideo, Monseñor Nicolás Cotugno.

Es sabido que sus declaraciones suelen generar polémica en todos los sectores de la sociedad por lo que cuando, recientemente, el Arzobispo se manifestó sobre un punto evidentemente muy sensible, no causó sorpresa la reacción de múltiples actores sociales.

Confieso que no he tenido acceso a sus declaraciones completas pero he repasado rápidamente los puntos centrales de su discurso y no puedo dejar de compartir la preocupación de Cotugno.

Por lo que pude leer, el sacerdote se refiere, en principio, a los derechos del niño (ya comentaré más adelante este punto) pero luego se centra en la propagación de desviaciones sexuales aberrantes. Cotugno cita al Papa Benedicto XVI cuando dice que reconocer legalmente estos comportamientos “significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad…”

No puedo estar más de acuerdo con estas santas palabras. Yo también asisto con preocupación a este fenómeno. Según los registros históricos, ya entre los griegos y los romanos existían quienes, violando el orden de la naturaleza, cedían a esta atroz forma de perversión.

Hoy, en tiempos más civilizados, lamentablemente hay quienes portan la bandera de la desviación, y de forma organizada no sólo defienden su derecho a la abominación sino también su propagación.

Me estoy refiriendo, por supuesto, a la Teofilia.

Definida como una sublimación del instinto sexual proyectada hacia entidades sobrenaturales, esta forma de parafilia es un triste ejemplo de degradación humana.

Así es, mis queridos lectores ocasionales, hay quienes contienen sus deseos sexuales naturales y los enfocan hacia seres imaginarios.

Es cierto que no se trata de un concepto novedoso en occidente. Pero esta perversión sexual ha ganado gran popularidad desde los tiempos de las sacerdotisas de Vesta (o Hestia, para los griegos). Hoy en todo el mundo, grupos institucionalizados con su propia agenda política practican y promueven la abstinencia sexual como forma de agradar a su dios. De sólo escribirlo me invade la nausea.

Por eso es que ahora, más que nunca, tenemos que apoyar a Cotugno cuando denuncia los horrores de la exposición de los niños a estas ideas repugnantes. ¿Poner niños al cuidado de estos hombres y mujeres que tuercen las reglas de la vida? ¿Hombres y mujeres que consideran que el negar la sexualidad es una virtud, en vez de una terrible perversión?

No quiero ni empezar a relatar las otras “enseñanzas” que este grupo perverso impone sobre niños indefensos porque no vienen al caso. Como ejemplo debería bastar con la sola mención de rituales iniciáticos que plantean al niño la alternativa entre la adoración a un zombie milenario, o la eterna condenación en las llamas del infierno. Esta gente piensa que amenazar a un niño de 7 años con arder en el fuego si no le rinde culto a personajes mitológicos es fair-play. ¿Y si les cuento que no sólo esto es práctica habitual en los miles de centros educativos que esta institución tiene en todo el planeta sino que además sus actividades están exentas de impuestos?

La marcha de los tiempos nos ha obligado a aceptar estos modelos como algo usual pero, afortunadamente gracias al Arzobispo de Montevideo, ha llegado el tiempo de alzar nuestra voz contra esta enfermiza manipulación de nuestros niños. Bien dice Cotugno que "los niños no pueden ser utilizados como instrumento para la reivindicación de derechos de unas personas, de un grupo; ni la adopción es una institución que pueda regirse por criterios de conveniencia política".

¡Estamos contigo Cotugno! ¡Contra el abuso infantil! ¡Nunca más educación religiosa a menores de edad!